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ALBERTITO, GUAPO, ESTÁN LOS MAYORES HABLANDO DE LITERATURA ¿POR QUÉ NO TE CALLAS?

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Don Antonio Muñoz Molina se encuentra en estos momentos en el sastre, enfundado contra su voluntad en el chaqué que una persona que lo quiere bien le insiste que se pruebe para que en la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias –que tendrá lugar el próximo viernes- nadie pueda decir de él que no iba vestido como corresponde a su categoría. Don Antonio Muñoz Molina está ocupado y no puede dedicar su tiempo a contestar estupideces. La verdad es que aunque no tuviera nada que hacer, don Antonio Muñoz Molina no respondería. Mejor: no se rebajaría.

Pero nosotras somos la Patrulla de Salvación y yo soy la sargento Margaret. ¡¡TACHAN!! La infantería está para eso, para meterse en el barro y defender el buen nombre de la Novela desde la trinchera. Gracias a que nosotras, carne de cañón, no tenemos miedo a bajar a las cloacas, los generales y los coroneles se pueden dedicar a diseñar las grandes estrategias y a señalar con el ejemplo, con sus buenas novelas, por dónde va a discurrir la literatura de los próximos años.

¡No se me levante, don Antonio, que ya voy yo!

Vamos a ver, Albertito. ¿De qué vas? Habías estado calladito y estabas mucho más guapo. ¿A qué viene ahora esto?

Ser incapaz de elegir entre la risa y el escándalo ante la afirmación por parte de un autor nacido en los años cincuenta, y prescriptor literario durante las últimas tres décadas desde púlpitos privilegiados -de libros que nunca sentí realmente la necesidad de leer-, de que él, hasta ahora, nunca había leído a Thomas Bernhard.

Te refieres a Una afición tardía, el artículo de Muñoz Molina del pasado sábado en Babelia:

Hasta hace unas semanas yo no había leído nada de Thomas Bernhard. Ahora no paro de leerlo.

La Patrulla de Salvación

Eso escribía hace dos días el Nuevo premio Príncipe de Asturias de las Letras – tú eras finalista del Herralde, ¿no?-.

Su artículo, el de AMM, tiene un último párrafo que me gustaría destacar:

Qué manera tan rara tienen a veces los libros de llegar a nosotros. Parece que nos esperan sin prisa, como concediéndonos el tiempo que nosotros mismos no sabemos que necesitamos. Durante más de veinte años esos volúmenes de Bernhard han estado conmigo, presentes en mi vida sin que yo los leyera, visibles en mi biblioteca, como una casa junto a la que pasa uno todos los días y la mira y se siente atraído pero no se decide a llamar a la puerta. No sé si lamentar o agradecer que una influencia tan poderosa no me afectara cuando era mucho más joven. Pero a veces da la impresión de que un azar benévolo nos impone los libros en el momento justo en que necesitábamos leerlos.

Lee de nuevo el párrafo, Albertito, y reflexiona conmigo: ¿No será que el señor don Antonio Muñoz Molina tiene razón? ¿Podría ser, querido Albertito, que gracias a que él y los escritores de su generación comenzaron leyendo otro tipo de literatura (Tolstoi, Dostoievski, Flaubert, Faulkner, Dumas, Gª Márquez, Balzac…) fueron capaces de construir una obra de la que todos los aficionados a la lectura nos podemos hoy sentir orgullosos? ¿No piensas, Albertito de mis amores, que podría ser que una de las causas de que los autores de tu generación sean/seáis incapaces de sacar una novela decente está en que os habéis atiborrado de literatura  vanguardista (Pynchon, Foster Wallace, Bernhard, Gaddis…) sin haber aprendido previamente los fundamentos en los clásicos? El niño que intenta resolver ecuaciones diferenciales sin que se le haya previamente enseñado a sumar y a restar…

Lo que siempre me ha gustado de ti, Albertito, es que vas dejando huella de todos tus pensamientos inconsistentes.

Antonio Muñoz Molina ya había hablado del asunto unas semanas antes en su blog : (aquí)



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